Turismofobia y por qué el turismo no es el enemigo

Ciudades como Barcelona, Venecia o Ámsterdam se han convertido en referentes frecuentes del llamado overtourism, mientras que términos como turismofobia han ganado espacio en el lenguaje político y mediático

OPINIÓN 2/7/2025

En los últimos años, el debate sobre el turismo ha experimentado un giro relevante. De ser considerado un motor de desarrollo económico, generación de empleo y revitalización urbana, ha pasado a ser señalado, en ciertos contextos, como una amenaza para la convivencia y la sostenibilidad de las ciudades.

Ciudades como Barcelona, Venecia o Ámsterdam se han convertido en referentes frecuentes del llamado overtourism, mientras que términos como turismofobia han ganado espacio en el lenguaje político y mediático. Sin embargo, esta “turismofobia” refleja, en realidad, una reacción ante procesos de saturación mal gestionada. No es el número de visitantes en sí lo que genera tensiones, sino la forma en que su presencia se organiza, se regula y se comunica en los entornos urbanos.

Taleb Rifai, ex Secretario General de la Organización Mundial del Turismo (OMT), lo expresó con claridad: “el crecimiento no es el enemigo”, sino la mala gestión. Advirtió también que el turismo requiere una regulación específica, pero no dirigida a frenar su crecimiento. Su declaración fue la primera en reconocer, desde una instancia internacional, que las voces críticas deben tomarse con seriedad, sin caer en prohibiciones generalizadas.

Años más tarde, su sucesor, Zurab Pololikashvili, reforzó esta visión al señalar que “el turismo urbano requiere una estrategia integral, en la que cooperen todas las partes interesadas, así como la inclusión del turismo en las políticas municipales […] Que las ciudades sean sostenibles e inclusivas significa crear ciudades para todos: residentes, inversionistas y visitantes”.

En este contexto, vale la pena preguntarse: ¿realmente el turismo es el problema? ¿O estamos confundiendo crecimiento con mala planificación? La respuesta se encuentra en los datos y en el análisis técnico.

Estudios recientes coinciden en que el malestar ciudadano no se origina en la llegada de visitantes per se, sino en los efectos de una concentración desproporcionada en determinados barrios, servicios públicos o ecosistemas urbanos. Es decir, el problema no es cuántos llegan, sino cómo y dónde llegan.

Ante este desafío, el informe Overtourism? Understanding and Managing Urban Tourism Growth beyond Perceptions, elaborado por la OMT en conjunto con centros de investigación europeos, propone 11 estrategias y 68 medidas específicas para enfrentar los efectos del turismo urbano sin necesidad de imponer restricciones generalizadas.

Entre las acciones planteadas se encuentran: diversificar la oferta turística, redistribuir la actividad en el territorio, reducir la estacionalidad, fomentar la inversión en zonas menos saturadas, mejorar la coordinación institucional, fortalecer la gobernanza local e incorporar activamente a las comunidades en las decisiones.

La clave no está en frenar el desarrollo, sino en gestionarlo con responsabilidad, visión de largo plazo y diálogo entre todos los actores involucrados.

En esta misma línea, el análisis Overtourism, malestar social y turismofobia. Un debate controvertido plantea una aproximación conocida como las 5D: desestacionalización, descongestión, descentralización, diversificación y turismo de lujo (deluxe tourism). Estas dimensiones técnicas buscan redistribuir la actividad, ampliar la oferta y promover un turismo con mayor valor agregado, tanto económico como social.

No existen fórmulas universales. Cada ciudad debe construir su propio modelo con base en evidencia, diálogo social y objetivos compartidos. Y cada vez hay más evidencia de que las políticas prohibicionistas generan más daños que beneficios. El verdadero reto no es limitar al visitante, sino construir un modelo de desarrollo turístico sostenible, equitativo y bien gestionado.

Esto implica establecer marcos normativos eficaces, asegurar su cumplimiento, incentivar la distribución territorial del turismo y fortalecer el tejido económico local. En este sentido, desde AMVITUR, promovemos una visión integral centrada en tres pilares: decisiones informadas, diálogo social y sostenibilidad. Nuestra experiencia demuestra que las viviendas turísticas, cuando están bien reguladas, contribuyen a resolver –no a agravar– los retos urbanos. En la Ciudad de México, por ejemplo, estas viviendas representan apenas el 0.59?% del parque habitacional, una proporción marginal en los fenómenos de saturación.

Además, este modelo de negocio descentraliza el turismo, genera ingresos directos para miles de familias —especialmente mujeres y adultos mayores— y fortalece las economías barriales mediante la creación de nuevas oportunidades de empleo y servicios.

La solución no es contener el turismo, sino gestionarlo con inteligencia. No se trata de elegir entre turismo o ciudad, sino de construir una ciudad donde el turismo conviva armónicamente con los derechos de quienes la habitan. Porque, cuando se gestiona con visión, el turismo no sólo dinamiza la economía: también revitaliza, diversifica y dignifica. Escuchar a quien opina diferente es el primer paso hacia una ciudad más justa, equilibrada y resiliente.

Por Sean Cázares Ahearne

Director General de la Asociación Mexicana de Viviendas Turísticas

Publicado en El Heraldo de México